La perfecta elegancia de Viena es hasta molesta para uno, proviniendo de una ciudad viva y caótica como Buenos Aires, por lo que en Budapest se había sentido mucho más en su elemento. Aquí la sensación es similar a la que tuve aquella vez que me invitaron al Faena hotel: es todo armónico, lo que desentona es uno. Como si estuviera en un restaurante haute cuisine velas en las mesas y mozos con moño que reponen el vino en las copas cada vez que alguien bebe un sorbo. Ya está bien, quiere decir uno, comprendimos la idea, muy elegante, no preciso que me sirvan el vino a cada rato o tantas velas o tantos monumentos o tantas flores. Mientras escribo esto me está poniendo nervioso esa prolija fuente que tengo delante, tan prolija que el agua cae siempre en el mismo lugar de la estatua. Sí, ya sé que así sucede con todas las fuentes, pero esta venía justo.
martes, 6 de mayo de 2008
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1 personas opinaron sin que les pregunten:
Veo que hay cosas que no cambian a pesar de que cambie la situación geográfica....
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