Ayer estuve en el Museo de Arte Decorativo, elegantísmo palacio de estilo francés en la exclusiva Avenida del Libertador. Debí abrirme paso a empujones entre la multitud para visitar la exposición de Rodin que se ofrecía. Quedé pasmado, no tanto por la obra expuesta, sino por el edificio, extasiado ante tanto lujo, fabuloso usufructo de Campañas al desierto, intendencias prolíficas, vaquitas propias y penas ajenas.
A la salida, un gatito callejero, bastante sucio y supongo ignorante de la nobleza de la vecindad, se hacía prodigar cariño por los visitantes salientes. Su belleza simple me pareció más pura e inocente, totalmente fuera de lugar.
lunes, 4 de agosto de 2008
El mal pensado, de Rodin.
Publicado por Ezequiel a las 20:06
Etiquetas: Cosas que el resto del mundo adora
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A mi esposa y a mí nos pasó algo parecido en el Louvre, cuando disfrutábamos de las maravillas históricas saqueadas de países africanos y sudamericanos y asiáticos, al mismo tiempo sintiéndonos dos miserables por estar auspiciando ese saqueo con el precio de nuestras entradas.
¡Saludos!
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